domingo, 6 de noviembre de 2011

Don Juan Tenorio - Museo Cementerio Presbítero Maestro

Octava temporada de Don Juan Tenorio de José Zorrilla



Llegar con una hora de adelanto a cualquier lugar puede resultar incómodo si es que no se tiene un asiento cómodo para aguardar la llegada de alguien o esperar el inicio de algo. Ahora, si llegas una hora antes a un cementerio, de noche, las opciones de cómo-matar-el-tiempo se reducen dramáticamente: o te pegas a la luz y a la puerta más cercana o te dedicas a investigar con la lúgubre calma que solo infunde un camposanto.


Es polvo ¿verdad?


Es en este espacio poco convencional que se desarrolla la puesta de Don Juan Tenorio que ya va en su octava temporada, siempre bajo la dirección de Miryam Reátegui. La obra sigue fascinando a todos aquellos que se animan no solo a ir a verla sino también a aprovechar para deambular un poco por entre las tumbas y mausoleos.



En esta oportunidad fui con un grupo numeroso -y querido- de alumnos quienes estaban fascinados e intimidados por lo extenso e imponente del lugar. Vagamos un poco aprovechando que nuestro bus que salió del frontis del Museo de la Nación llegó muy rápido y teníamos que aguardar la llegada de los buses provenientes de Larcomar y San Miguel. Como ya había ido antes, tuve la previsora idea de llevar un par de linternas y una modesta cámara para hacer el recorrido.

¿Y la Beneficiencia?



Pretendía llevarlos a curiosear el lugar y poder apreciar las esculturas que mudas acompañan a los que, en palabras de uno de los actores, son inquilinos eternos. Sin embargo, mi plan inicial se vio gratamente ampliado porque al pasar por la Cripta de los héroes notamos que se encontraba abierta. Un vigilante nos dijo que aguardaban la visita de un grupo nuevo de turistas de la empresa Turibus. El ingreso nos costó un sol por cabeza y sí que los valió: pudimos apreciar las tumbas de los héroes de la Guerra del Pacífico, la magnífica bóveda que corona el recinto y la asombrosa cantidad de nichos y fosas comunes con los llamados soldados desconocidos.

Bóveda de la Cripta de los héroes

Miles de osamentas sin nombre, pero no son todas.

Gloria a Grau

Qué más gráfico que esto: un sacerdote



Del montaje de la obra puedo decir que Miryam Reátegui sabe bien cómo aprovechar el espacio. El teatro romántico gusta de los ambientes fúnebres y tétricos que contrastan con la pasión desaforada de Don Juan y la virtud idealizada de Doña Inés. Las actuaciones se encuentran dentro del esquema del teatro clásico y la música en vivo -compuesta por Rodrigo Ráez- es el soundtrack ideal para este drama altamente recomendable.


Al centro Don Juan, izq. Doña Inés y derecha Miryam Reátegui



Uno de los detalles que más me llamó la atención fue ver a Gonzalo Iwasaki como el padre de Doña Inés -¿actuaba?- y a Mónica Domínguez como la confindente de Doña Inés. Como tengo el gusto de conocer un poco a esta última, me acerqué para saludarla y felicitarla por la excelente puesta. Ella me sonrió y abrazó y lo primero que me preguntó fue cómo va su hija en el colegio... yo sonreí. Mamá es mamá, siempre, sea actriz o literata, así sea en un cementerio cercanos a la media noche.

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