viernes, 29 de julio de 2011

Inexpresable cuando la luna

“La Venus es hermosa y la quiero tan apasionadamente, tan dolorosamente, tan profunda, tan locamente, como se puede amar a una mujer, y ella responde a este amor con una sonrisa eternamente semejante, eternamente tranquila, una sonrisa de piedra. En una palabra: la adoro.

A veces, cuando el sol lanza sus cálidos dardos sobre los bosquecillos, me tiendo a la sombra de una copuda haya, y leo. A menudo, visito de noche a mi fría y cruel bien amada, me arrodillo ante ella, apoyada la cara sobre la fría piedra en que descansan sus pies, y le dirijo plegarias.

El espectáculo es inexpresable cuando la luna –que ahora está llena- sale transparentándose entre los árboles. La pradera se inunda de reflejos argentados, y la diosa parece irradiar la luz dulcísima.

Una vez, al volver a mi cuarto, a través de una de las avenidas que conducen a la casa, vi de repente una forma femenina, tan blanca como la piedra, iluminada por la luna. Tan sólo la separaba de mí la verde muralla. Me pareció que mi bella mujer de mármol tenía lástima de mí y me seguía viva; pero me sobrecogió una agonía sin nombre, mi corazón amenazaba romperse y dejo de latir.”

La venus de las pieles. Leopold von Sacher Masoch

Pintura: Judith de Gustav Klimt

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