domingo, 24 de julio de 2011

Me acuerdo de...


1. La vez que aprendí a leer, o más bien, que "descubrí" cómo hacerlo: era la hora de salida en el nido LOS ANGELITOS y la Miss Berthita repasaba la lección a cada uno de los niños -éramos pocos- mientras venían a recogernos. Mientras ella recorría con sus dedos rugosos, las sílabas de mi libro "Coquito", vino a mí la siguiente idea: ¿y qué pasa si leo sin parar en la rayita? Y ¡bam! empecé a leer de corrido como quien descubre la pólvora.

2. Aquel miedo-vacío-incertidumbre de la primera noche que pase a solas contigo. Estaba exhausta, cansadísima por las tantas horas de contracciones y dilataciones, impresionada por lo extraño que es adquirir el conocimiento que da la experiencia. No llorabas, también necesitabas dormir aunque yo no pude, me quedé viéndote y pensando en lo que había sido mi vida hasta ese momento, en lo que sería la tuya a partir de ese entonces. El miedo ha sido en gran parte domesticado -sigo aprendiendo-, mis días están llenos de tus gracias y sonrisas, la incertidumbre es terca, no creo que se vaya ni cuando tengas 30.


3. Cómo me sentí cuando acepté que en adelante seríamos solo tú y yo, dos contra todo, contra el mundo. Es difícil explicarte lo complejo del antes, del durante y del después. Sé que en algún momento nos sentaremos a hablarlo y seguro que me regañarás e invadirás de preguntas, seguro que me harás ver puntos de este asunto en los que no he reparado, seguro que tu mirada redonda y achinada me dirá más que tus palabras. Sólo puedo decirte que creo que ha sido para bien; que creo que he crecido más en este tiempo que en toda mi vida; que te amo, cuido y protejo con todo lo que está -y no está- a mi alcance. Al principio estar solos se sentía horrible, ahora se siente bien.

Pintura: La persistencia de la memoria (1931) de Salvador Dalí. Actualmente se encuentra en el MOMA de Nueva York.

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